Antonio
de Padua 1, incansable fustigador de las corruptas costumbres eclesiásticas,
es conocido por la mayoría de la gente como el empalagoso hermanito imberbe que
se entretiene con el Niño Jesús, encuentra objetos perdidos y proporciona
novios a las doncellas.
Es casi
desconocida la obra literaria de este santo, volcada en sermones que han
quedado pretendidamente desconocidos por la escandalosa violencia de las
expresiones usadas contra la jerarquía eclesiástica. 2
Los
sermones, escritos en los últimos años de su vida, no son las trascripciones de
los discursos tenidos por el santo, sino un prontuario de homilías dominicales
y festivas compuestas por él para uso de sus hermanos. Las violentas invectivas
contenidas en estos sermones no nacen, por tanto, del arrebato de la
predicación, sino que todas han sido pensadas y escritas pretendidamente.
Pronunciadas
en el lenguaje franco de los profetas, sus sermones son una despiadada crítica
a las autoridades religiosas, aunque nadie osaría afirmar que Antonio no amase
a la Iglesia: es ciertamente el amor por la Esposa de Cristo el que empuja al santo
a denunciar a cuantos la han reducido a una ramera.
Antonio
y los obispos de su tiempo anunciaban el mismo evangelio de Jesús. Su manera de
vivirlo era profundamente diversa.
El
santo acusa abiertamente a la jerarquía eclesiástica de seguir a Satanás, en
lugar de a Jesucristo, y no duda en denunciar -a los prelados de nuestro
tiempo, que no son discípulos de Cristo, sino del anticristo 3.
Profundo
conocedor de la Sagrada Escritura, Antonio recurre frecuentemente a los
episodios bíblicos para censurar a los eclesiásticos, como sucedió
irrespetuosamente a propósito de la burra de Balaán 4: -El obispo de nuestro tiempo es
como Balaán, sentado sobre la burra: ésta veía al ángel, mientras que Balaán no
podía verlo. Un obispo escandaloso es un trono inútil: con su mal ejemplo
precipita la hermandad de los fieles, primero, en el pecado y, luego, en el
infierno; con su estupidez, puesto que es inepto, desconcierta a los fieles; con
su avaricia devora al pueblo. Éste, sentado sobre la burra, no solo no ve el
ángel, sino os digo que ve el diablo preparado para precipitarlo al infierno 5.
Renovando
la denuncia de Jesús a -escribas y fariseos hipócritas que filtran el mosquito
y se tragan el camello-6,. Antonio desenmascara la hipocresía de una
iglesia corrupta que, abandonado el evangelio, cree solo en el propio prestigio
y defiende sus privilegios, levantando murallas de decretos y leyes canónicas.
-Amad a
vuestros enemigos, haced el bien a quien os odia, bendecid a quien os maldice-7, es la enseñanza de Jesús que
para Antonio prevalece sobre todas las reglas, instituciones, tradiciones,
invenciones: -En las curias de los obispos, los bribones hacen resonar la ley
de Justiniano y no la de Cristo: hacen grandes charlas, pero no según tu ley,
Señor, que ahora es abandonada y odiada-8. -Si un obispo o un prelado de
la Iglesia hace algo contra una decretal de Alejandro, o de Inocencia, o de
cualquier otro Papa, es rápidamente acusado, el acusado es convocado, el
convocado es convicto de su crimen, y después de convicto, depuesto. Si, sin embargo, comete algo grave contra el evangelio de Jesucristo, que está obligado
a observar sobre todas las cosas, no hay ninguno que lo acuse, ninguno que lo
reprenda-9.
LOS AFEMINADOS
PRELADOS DE NUESTRO TIEMPO
Sin el
mínimo temor reverencial, San Antonio escarnece a los altaneros prelados,
describiéndolos como -vacas bellas y demasiado gruesas que pastan en lugares
cenagosos-10. El apetito de estos religiosos, dedicados únicamente al culto del
dios-vientre, desconcierta al santo que desconsolado constata: -¡Ay de mí!
Cuántas cosas come [el prelado] y los pobres gritan a su puerta con el vientre vacío y desnudo-11.
La pomposa
vestimenta religiosa con la que los eclesiásticos caminan majestuosamente “hinchados
y engreídos, con la panza fuera”12, para subrayar la sacralidad de la propia persona y distinguirse del común de los mortales, no impresiona al santo, sino
que, al contrario, les ridiculiza: -Qué diré de los afeminados prelados de
nuestro tiempo, que se acicalan como mujeres destinadas a las bodas, se
revisten de pieles varias, y cuyas intemperancias se consumen en literas variopintas,
en aparejos y espuelas de caballos, que bermejean la sangre de Cristo?”13.
Antonio
es despiadado en su denuncia.
No
encuentra ningún atenuante o virtud en los prelados: obispos y sacerdotes no
son pastores, sino lobos rapaces que “predican por dinero-14, mientras los clérigos, “muelles,
afeminados y corruptos, se presentan por dinero en los tribunales y en las
curias, como las prostitutas 15. Para Antonio prelados y clérigos son los
ladrones de nuestro tiempo 16, que sobresalen solo en su insaciable
voracidad: “No hay en ellos ninguna forma de virtud, no hay honradez de costumbres,
sino sólo podredumbre de pecados; excepto la formación de las uñas, con las que
arrancan por la fuerza los bienes de los pobres ... estos indignos prelados de la
Iglesia no tienen energía alguna en la mente, no siendo capaces de resistir a las
tentaciones del diablo: sino que toda la fuerza la tienen en los brazos y en los
costados, fuerza de rapiña y de lujuria”17.
En
lugar de seguidores de Jesús que ha dicho “gratis lo habéis recibido, dadlo gratis-",
los hombres de Iglesia usan lo sagrado para saciar su codicia: “Con las ofertas
de los fieles que desuellan, los sacerdotes engrasan sus caballos y potras, sus
concubinas e hijos”18.
La
avidez de los sacerdotes es tal que Antonio los denuncia de llegar a prostituir
hasta el sacramento del amor: “Los sacerdotes, al contrario, mejor dicho, los
mercaderes tienden las redes de su avaricia para amontonar dinero. Celebran la misa
por dinero y si no estuviesen seguros de recibir el estipendio, ciertamente no
celebrarían la misa; y así el sacramento de la salvación lo convierten en
instrumento de codicia”19.
Mientras
Cristo “de rico que era se hizo pobre”20, sus imaginarios representantes
se enriquecen empobreciendo al pueblo: “El prelado de la Iglesia es un león que
ruge con su soberbia, un oso hambriento con sus rapiñas, que despoja al pueblo
mísero”21. “He aquí a quien se le confía hoy la esposa de Cristo, que fue
envuelto en pañales y recostado en un pesebre, mientras esos se revisten de pieles y se abandonan a la lujuria en
lechos de marfil”22.
CLÉRIGOS Y
CRETINOS.
En su
invectiva, Antonio no duda en acusar a las voraces autoridades eclesiásticas
por el comercio que hacen del Señor: “Jesucristo, es vendido hoy por aquellos
mercaderes que son los arzobispos, los obispos y otros prelados de la Iglesia. Corren y discurren;
venden y revenden la verdad por mentiras, destruyen la justicia con simonía 23”.
Jesús
había comparado el templo con una cueva y los sacerdotes con bandidos que
acumulaban allí lo robado 24. Para Antonio, la curia no es otra cosa que
un lugar de oscuros negocios, sobornos y de comisiones, donde “los notarios de
su curia, que son los infames explotadores (estafadores), chupan la sangre de
los pobres, vacían los bolsillos de los ricos, y los distribuyen a sobrinos y sobrinas
y, tal vez incluso a hijos e hijas!” 25.
En sus
escritos Antonio habla expresamente de “hijos e hijas” de eclesiásticos. Quizá
el celibato de los sacerdotes debía hacer agua por todas partes, si Antonio,
sin pelos en la lengua, puede denunciar públicamente al clero de paternidades
no sólo espirituales: “Los prelados y sacerdotes de nuestro tiempo ... tienen
realmente mujeres e hijos, serpientes que gritan detrás a los sacerdotes: ¡Ay,
Ay!”.26; “los osos de nuestro tiempo, esto es, los prelados corruptos,
dan a luz carnes muertas, esto es, hijos carnales” 27.
El santo no se limita a denunciar
el comportamiento moral de los eclesiásticos, sino que rechaza también su
enseñanza vacía.
Para Antonio
los prelados son como los escribas que honran al Señor con los labios, mientras
su corazón está allí donde tienen su tesoro 28. Todo el día gritan en la
Iglesia, ladran como perros, pero no se entienden ni siquiera a ellos mismos, porque
tienen el cuerpo en el coro, pero su corazón está en el foro 29.
Antonio
desmiente la ostentosa santidad de los hombres de Iglesia y afirma que su exhibida
devoción en realidad esconde el vacío: -Los traficantes son los abades y
priores hipócritas y los falsos religiosos, que, por el dinero de la alabanza
humana, en la plaza dé la vanidad mundana venden las falsas mercancías de una santidad
que no tienen bajo el pretexto de la religión” 30.
Y como Jesús
había puesto en guardia a aquellos tratantes que oran "de pie para exhibirse
ante la gente-", así Antonio invita a no dejarse engañar por las piadosas
actitudes de aquellos religiosos que parecen estar en contacto con Dios. En realidad,
ellos están ya en la condenación: “¿Y quién no podía nunca imaginar que los
prelados y religiosos, que aparentan hablar con Dios cara a cara, que detentan
las llaves del reino de los cielos, pudieran ser conducidos al exilio de la muerte
eterna?” 32.
¿Estas feroces
reprimendas habrán tenido efecto?
Probablemente
no.
En el centro
de su voluminosa obra, Antonio se da cuenta de hablar al viento y, amargamente,
concluye su sermón declarando que los prelados, encerrados en su arrogancia: “aunque
oigan una prédica, no entienden. Predicar a los clérigos es hablar a los
cretinos: ¿qué utilidad se saca en ambos casos, sino ruido y fatiga?” 33.
1.Fernando de Bulloes y Taveria de Azevedo nació
en Lisboa (Portugal) hacia el 1190-1195 y, de muy joven ingresó, en los Canónigos
regulares de San Agustín.
La visión de las reliquias de los cinco primeros mártires franciscanos lo impulsó, en el 1220, a entrar en la Orden de los Hermanos Menores, donde tomó el nombre de Antonio. Encargado por San Francisco de enseñar teología a los hermanos, fue el predicador más grande de su tiempo y fue definido por el Papa Gregorio IX "Arca del Testamento y armario de la Escritura divina". Enfermado de hidropesía murió en Acella (Padua) el 13 de Junio de 1231.
La visión de las reliquias de los cinco primeros mártires franciscanos lo impulsó, en el 1220, a entrar en la Orden de los Hermanos Menores, donde tomó el nombre de Antonio. Encargado por San Francisco de enseñar teología a los hermanos, fue el predicador más grande de su tiempo y fue definido por el Papa Gregorio IX "Arca del Testamento y armario de la Escritura divina". Enfermado de hidropesía murió en Acella (Padua) el 13 de Junio de 1231.
2.El Santo Oficio, todavía en 1948, prohibía la
traducción a la lengua italiana de los "Sermones Dominicales", porque
los fieles no estaban preparados (después de siete siglos) a soportar su impacto.
3.
Sermón del IX Domingo de Pentecostés O,
9).
4.
Nm 22,21-305 Sermón del Domingo de Ramos, 3, 11.
5. Sermón del Domingo de Ramos, 3, 11
6.Mt 23,24.
7.Lc 6, 27-28.
8.Sermón del IX Domingo del Tiempo Ordinario (T.
O., en adelante), 1-9.
9.II Sermón del II Domingo de Cuaresma, 1,4.
10. Sermón del VI Domingo de Pascua, 2, 10.
11.Sermón del XXII Domingo del T. O., 1,2.
12.Sermón del XII Domingo del T. O., 1,2
13.Sermón de la Anunciación, 3,14.
14.Sermón del IV Domingo del T. O., 3, 13.
15.Sermón del X Domingo del T. O., 1,9.
16.Sermón
del X Domingo del T. O., 1,9
17.Sermón del IV Domingo del T .O., 3, 14.
18.Mt 10,8
19.Sermón del V Domingo del T. O.
20.2 Cor 8,9
21.Sermón del IX Domingo del T. O, 1,7.
22.Sermón de la anunciación, 3, 14.
23.Sermón del XII Domingo del T.O., 14
24.Mc 11,15-17.
25.Sermón del XIII Domingo del T. O., 3,23
26.Sermón del V Domingo del T O., 2,11.
27.Sermón del IV Domingo del T. O., 3,14.
28.MI 15,8; 6,21.
29.Sermón del X Domingo del T. O., 1.9.
30.Sermón del XII Domingo del T. O., 1,4.
31.Mt 6,6.
32.Sermón del V Domingo del T. O., 1,4.
33.
Sermón del X Domingo del T. O., 1,9.
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