Todo el
pueblo habla de ello: el hijo de María y de José se ha vuelto loco.
Jesús
en poco tiempo ha conseguido disgustar a todos (De hecho, tampoco su
gente le daba su adhesión-(Jn 7,5) y a enemistarse con todos.
Con su
enseñanza, “el hijo del carpintero” (Mt 13,55) ha demolido la teología de los
escribas, que han denunciado rápidamente a Jesús como un blasfemo y un hechicero
-poseído por un espíritu inmundo» (Mc 3,22) que “expulsa los demonios con el
poder del jefe de los demonios» (Mc 3,22).
Jesús,
que ha llamado a su seguimiento a la escoria de la sociedad y “come con
recaudadores y descreídos» (Mc 2,16), ha conseguido, al mismo tiempo, tanto
escandalizar a los fariseos conservadores como alarmar a los disolutos herodianos
que ahora, aliados entre sí, se han puesto de acuerdo “para acabar con él» (Mc
3,6).
Es
demasiado para el clan familiar de Jesús, que viene de Nazaret con un propósito
bien determinado: “Al enterarse los suyos se pusieron en camino para echarle
mano, pues decían que había perdido el juicio» (Mc 3,21).
Cuando
le dicen a Jesús: “Oye, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera» (Mc 3,32),
su respuesta es como la espada de dos filos que penetra hasta lo más profundo
del corazón para discernir los sentimientos: -¿quiénes son mi madre y mis
hermanos? Y paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a
él, añadió: “Mirad a mi madre y a mis hermanos. Cualquiera que cumpla el designio
de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre».
Y María
debe elegir.
Comprende
que ahora la intimidad con Jesús está garantizada no tanto por el hecho de ser
su madre (“¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”), sino
por convertirse en su discípula (“Mejor: ¡dichosos los que escuchan el mensaje
de Dios y lo cumplen!”, Lc 11,27-28).
Y María
inicia aquella transformación que la llevará de ser madre de Jesús a
convertirse en su discípula, siguiéndolo hasta la cruz, donde el evangelista no
presenta una madre que sufre por el hijo crucificado, sino la discípula que
acepta compartir la suerte del maestro: “Estaba presente junto a la cruz de Jesús
su madre (Jn 19,25). “
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