5/25/2013

TAN PIADOSOS, TAN DEVOTOS. PRÁCTICAMENTE INÚTILES. Zacarías e Isabel.



La denuncia que Jesús hace del templo de Jerusalén como -cueva de ladrones. (LC 19,46) encuentra estrechos paralelos en los escritos de la época. 

Flavio Josefo, historiador contemporáneo de los evangelistas, describiendo las grandes tensiones dentro del clero, afirma que existía -una mutua enemistad y lucha de clases entre los sumos sacerdotes de una parte y los sacerdotes de Jerusalén, de la otra. Cuando se enfrentaban entre ellos, usaban un lenguaje injurioso y se golpeaban unos a otros con piedras (Antigüedades, 20, 180). 

Estas disputas se debían a la glotonería de los sumos sacerdotes, que llegaban incluso a robar las pieles de los animales inmolados en el Templo que debían ser repartidas cada tarde entre los sacerdotes (Pes. B. 57a). 

Su avidez era tal que -no dudaban en mandar a sus siervos a las eras, una vez trillado el grano, y en retirar el diezmo debido a los sacerdotes, con el resultado de que los más necesitados entre éstos morían de hambre » (Antigüedades 20,181). 

Los hambrientos sacerdotes se resarcían durante su turno de servicio en el Templo y se hinchaban devorando la carne de los animales sacrificados. 

La enorme ingestión de carne, unida a la prohibición de beber vino durante el periodo de servicio, daba lugar a frecuentes indigestiones hasta el punto de que, en el templo, un médico se encargaba de curar sus dolores de vientre. 

Nada extraño que en este ambiente fuese difícil encontrar manifestación de fe, como describe Lucas al comienzo de su evangelio.

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