«La fe
es un don de Dios- es
la fórmula preferida por las personas
que no tienen fe, y si es un don de Dios, depende del Señor la cantidad
y la calidad de la fe de los hombres. Si uno no tiene fe, no es el responsable
de ello, sino Dios mismo que no le ha dado ese don ...
Un don normalmente más sufrido que
envidiado por quien lo tiene, pues muchos
mantienen que tener fe significa deber aceptar resignados los caprichos de la
voluntad divina o de quienes se propugnan sus portavoces.
Por esto se oye frecuentemente la expresión: -Dichoso
tú que tienes (tanta) fe, con lo que
se quiere decir en realidad: -yo estoy
mucho mejor sin ella-.
Las incertidumbres
y dudas de la fe son el objeto de este libro,
en el que se presenta a los personajes
evangélicos desde Isabel y
Zacarías a María de Magdala y Tomás,
reunidos bajo la óptica común de su
dificultad para creer
en el Dios
de Jesús.
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