5/25/2013

UN EXTRAÑO MATRIMONIO. José y María.



En el evangelio más antiguo, el de Marcos, José no es nombrado; el evangelio más reciente, el de Juan, le dedica apenas dos citas indirectas (Jesús, hijo de José, el de Nazaret, Jn 1,45; 6,42). 

Los otros dos evangelistas no dicen ni una palabra de él y los predicadores tienen de esta forma que exaltar con un caudal de palabras el silencio de José. 

Este personaje del evangelio no es ni siquiera conocido con el único título que los evangelistas le reconocen, el de ser el marido de María, por cuanto muchos traductores insisten en traducir el término griego equivalente a “marido- por «esposo», quizá porque esposo da una idea algo más casta que marido y hace más segura la pureza de la virgen María. 

En lo que concierne a José como padre de Jesús, los teólogos lo han privado también de esta función, atribuyéndole el incomprensible término “putativo”, esto es, “aparente”. 

Contra José se han coaligado también los artistas que, por siglos, se han empeñado en representarlo como un viejecito, cuyos ardores juveniles son sólo un vago recuerdo, que mira en torno suyo con la semblanza de quien no se encuentra en modo alguno en la situación que le ha preparado el Padre eterno: es marido de una mujer que no es su mujer, y padre de un niño que no es su hijo. 

Rebajado a ser un esposo sin mujer y un padre sin hijo, José es devotamente nombrado en último término en la frase con la cual se cita la familia de Nazaret, siempre compuesta jerárquicamente, por orden de importancia, por “Jesús, María y José” .

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