Los
evangelistas no parecen haberse preocupado mucho de este personaje ni siquiera
por los datos que podían fácilmente ser inventariados: según Mateo, José
resulta ser hijo de Jacob (Mt 1,16), mientras que, para Lucas, el padre se llama
Elí (Lc 3,23).
En la
lengua hebrea Yôseph (José) significa “Dios añada”, nombre de buen
augurio con el que se desea que se añadan pronto a la familia otros hijos
varones.
De lo
poco que se concluye de los evangelios, se sabe que José trabaja como
carpintero, oficio ejercido también por el hijo, Jesús, que será conocido como “el
carpintero» (Mc 6,3).
El
nacimiento de Jesús se narra así por Mateo: ”Así nació Jesús el Mesías: María, su
madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba
un hijo por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18).
Para
comprender lo escrito por Mateo, es necesario remontarse a las modalidades de
la celebración del matrimonio que, en Israel, tenía lugar en dos etapas.
En la primera
se celebraban los desposorios en casa de la mujer, al cumplir doce años.
Esta ceremonia
servía para establecer lo que la esposa debía llevar como dote. Al final el
esposo pronunciaba la fórmula: “Tú eres mi mujer» y la mujer respondía: «Tú eres
mi marido» (Qid. B. 5b).
Incluso
quedándose cada uno en casa de los padres, desde este momento los dos eran ya
marido y mujer. Un año después de los desposorios, tenía lugar la segunda fase
del matrimonio, la de las bodas, cuando la mujer, dejada su familia, era
conducida a casa del marido donde comenzaba su vida en común. En este intervalo
entre los desposorios y las bodas, María -resultó que esperaba un hijo por obra
del Espíritu Santo» (Mt 1,18).
La
narración de Mateo pertenece a la teología y no a la ginecología.
El evangelista
no ha metido la nariz entre las sábanas de los esposos, sino que ha querido
expresar una profunda verdad de fe.
Jesús
es presentado como una nueva creación de la humanidad y, la acción del Espíritu
en María, se remonta
a aquella otra del -Espíritu de Dios que se cernía sobre la faz de las aguas» (Gen 1,2) para producir la vida en la creación.
a aquella otra del -Espíritu de Dios que se cernía sobre la faz de las aguas» (Gen 1,2) para producir la vida en la creación.
Para
subrayar su intención teológica, Mateo inicia su evangelio con la genealogía de
Jesús partiendo de Abrahán, el cabeza de estirpe del pueblo hebreo, recorriendo
toda la historia de Israel en la que destacan nombres de patriarcas como Isaac
y Jacob, y de reyes como David y Salomón, hasta llegar a José.
Aquí se
interrumpe bruscamente la transmisión de todos aquellos valores nacidos con Abrahán,
que se han enriquecido, poco a poco, con la historia y la espiritualidad a través
de los siglos.
De
hecho, después de haber presentado la generación de padre a hijo C-Abrahán
engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá ... » (Mt 1,2),
la línea genealógica se trunca llegados a José: “Jacob engendró a José» (Mt
1,16).
Según
el ritmo de la narración, en la que de manera monótona el verbo “engendrar” se
repite una treintena de veces, el lector esperaría la cuadragésima: «José
engendró a Jesús».
Sin
embargo, llegado a José, el evangelista escribe: “José, el esposo de María, de
la que nació Jesús, llamado el Mesías” (Mt 1,16).
Mateo
que, a diferencia de Lucas, evita nombrar a José como padre de Jesús (Lc
2,33), interrumpiendo inesperadamente la línea genealógica pretende excluir a
José del nacimiento de Jesús.
Infringiendo
la cultura hebrea según la cual es el padre quien engendra al hijo, mientras la
madre se limita a dado a luz, el evangelista presenta una mujer “de la que» fue
engendrado el hijo, dando a entrever en ella la acción creadora de parte de
Dios.
La
tradición del pueblo de Israel que, comenzando con Abrahán, alcanzó su máximo
esplendor con el rey David, se detiene definitivamente en José y no se
transmite a Jesús, cuyo padre será Dios mismo: Jesús, incluso
descendiendo de Abrahán y de David, no es hijo de Abrahán ni de David, sino -el
hijo del Dios vivo» (Mt 16,16).
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