5/25/2013

UN EXTRAÑO MATRIMONIO. Teología y Ginecología.



Los evangelistas no parecen haberse preocupado mucho de este personaje ni siquiera por los datos que podían fácilmente ser inventariados: según Mateo, José resulta ser hijo de Jacob (Mt 1,16), mientras que, para Lucas, el padre se llama Elí (Lc 3,23). 

En la lengua hebrea Yôseph (José) significa “Dios añada”, nombre de buen augurio con el que se desea que se añadan pronto a la familia otros hijos varones. 

De lo poco que se concluye de los evangelios, se sabe que José trabaja como carpintero, oficio ejercido también por el hijo, Jesús, que será conocido como “el carpintero» (Mc 6,3). 

El nacimiento de Jesús se narra así por Mateo: ”Así nació Jesús el Mesías: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18). 

Para comprender lo escrito por Mateo, es necesario remontarse a las modalidades de la celebración del matrimonio que, en Israel, tenía lugar en dos etapas. 

En la primera se celebraban los desposorios en casa de la mujer, al cumplir doce años. 

Esta ceremonia servía para establecer lo que la esposa debía llevar como dote. Al final el esposo pronunciaba la fórmula: “Tú eres mi mujer» y la mujer respondía: «Tú eres mi marido» (Qid. B. 5b). 

Incluso quedándose cada uno en casa de los padres, desde este momento los dos eran ya marido y mujer. Un año después de los desposorios, tenía lugar la segunda fase del matrimonio, la de las bodas, cuando la mujer, dejada su familia, era conducida a casa del marido donde comenzaba su vida en común. En este intervalo entre los desposorios y las bodas, María -resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,18). 

La narración de Mateo pertenece a la teología y no a la ginecología. 

El evangelista no ha metido la nariz entre las sábanas de los esposos, sino que ha querido expresar una profunda verdad de fe. 

Jesús es presentado como una nueva creación de la humanidad y, la acción del Espíritu en María, se remonta
a aquella otra del -Espíritu de Dios que se cernía sobre la faz de las aguas» (Gen 1,2) para producir la vida en la creación. 

Para subrayar su intención teológica, Mateo inicia su evangelio con la genealogía de Jesús partiendo de Abrahán, el cabeza de estirpe del pueblo hebreo, recorriendo toda la historia de Israel en la que destacan nombres de patriarcas como Isaac y Jacob, y de reyes como David y Salomón, hasta llegar a José. 

Aquí se interrumpe bruscamente la transmisión de todos aquellos valores nacidos con Abrahán, que se han enriquecido, poco a poco, con la historia y la espiritualidad a través de los siglos. 

De hecho, después de haber presentado la generación de padre a hijo C-Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá ... » (Mt 1,2), la línea genealógica se trunca llegados a José: “Jacob engendró a José» (Mt 1,16). 

Según el ritmo de la narración, en la que de manera monótona el verbo “engendrar” se repite una treintena de veces, el lector esperaría la cuadragésima: «José engendró a Jesús».

Sin embargo, llegado a José, el evangelista escribe: “José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Mesías” (Mt 1,16).

Mateo que, a diferencia de Lucas, evita nombrar a José como padre de Jesús (Lc 2,33), interrumpiendo inesperadamente la línea genealógica pretende excluir a José del nacimiento de Jesús. 

Infringiendo la cultura hebrea según la cual es el padre quien engendra al hijo, mientras la madre se limita a dado a luz, el evangelista presenta una mujer “de la que» fue engendrado el hijo, dando a entrever en ella la acción creadora de parte de Dios. 

La tradición del pueblo de Israel que, comenzando con Abrahán, alcanzó su máximo esplendor con el rey David, se detiene definitivamente en José y no se transmite a Jesús, cuyo padre será Dios mismo: Jesús, incluso descendiendo de Abrahán y de David, no es hijo de Abrahán ni de David, sino -el hijo del Dios vivo» (Mt 16,16).

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