Jesús ha
vivido situaciones de gran conflicto en su pueblo y en las ciudades que se han beneficiado
de sus acciones.
Se lamenta
de la indiferencia de Galilea y experimenta el odio de Judea donde será asesinado.
Únicamente
es aceptado en la cismática Samaría.
Por este
motivo, los samaritanos son presentados en los evangelios de modo positivo, en contraposición
a los galileos y los judíos.
Jesús “vino
a su casa y los suyos no lo acogieron” (Jn 1,11). Los judíos lo rechazan, pero los
samaritanos están prontos para recibirlo: «le rogaron que se quedara con ellos”
(Jn 4,40).
Después
de la predicación fallida en la sinagoga de Nazaret, Jesús “estaba sorprendido
de su falta de fe” (Mc 6,6) y comentó entristecido que “sólo en su tierra, entre
sus parientes y en su casa desprecian a un profeta" (Mc 6,4).
Pero, si
en Nazaret los Galileos no han creído en Jesús en Sicar “rnuchos de los samaritanos
le dieron su adhesión” (Jn 4,39) y, en el episodio de la purificación de los
diez leprosos, el único que lo agradece es el samaritano, que gana la admiración
de Jesús por su fe.
Cuando Jesús
manifiesta a los judíos el proyecto de Dios sobre la humanidad, éstos “trataban
de matarlo, ya que ... llama a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios"
(Jn 4,42).
En el evangelio
de Lucas la expresión «tener compasión", que se aplica en la Biblia únicamente
a Dios, se encarna en la acción del samaritano que socorre al herido ignorado
por el sacerdote (Lc 10,33).
Sólamente
en una ocasión los samaritanos son presentados negativamente, y es, precisamente,
en un episodio que tiene por protagonistas a los hijos del Zebedeo.
Escribe
Lucas que “cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, Jesús
también resolvió ponerse en camino para encararse (lit. -endurecer el rostro … )
con Jerusalén .. (Lc 9,51).
Para hacer
comprender las intenciones de Jesús, el evangelista utiliza literalmente la expresión
«endurecer su rostro .. . que, en la Biblia, indica una actitud hostil como preludio
de un enfrentamiento con alguno.
Cuando
Yahvé anuncia la destrucción de Jerusalén dice:
“Yo he
endurecido mi rostro contra esta ciudad para mal “ (Jr 21,10), y al profeta Ezequiel
Dios le pide: “Endurece tu rostro contra Jerusalén y habla contra sus santuarios”
(Ez 21,7 LXX).
Jesús
está decidido a encararse a Jerusalén y sube al Templo para denunciar a las
autoridades religiosas que han convertido la casa de Dios en una “cueva de
ladrones” (Lc 19,46).
No hay comentarios:
Publicar un comentario