Jesús
es presentado por todos los evangelistas como “el que os va a bautizar con
Espíritu santo” (Mt 3,11; Mc 1,8; Lc 3,16; Jn 1,33), porque toda su
actividad consistirá en sumergir (“bautizar”) al hombre en el amor vivificante
del Padre.
A
cualquier persona que encuentra, Jesús le transmite una nueva energía vital, el
Espíritu, la misma fuerza del Dios viviente, que hace al hombre capaz de
liberarse del pecado.
Es el
caso de la llamada de Mateo, ambientada por el evangelista en la ciudad de
Cafarnaún, donde Jesús habitaba después de haber dejado Nazaret.
En
Cafarnaún, importante puesto fronterizo en la ruta que unía Galilea con Damasco,
existían las barreras aduanales para el pago del impuesto.
En esta
región, el tetrarca Herodes Antipas había arrendado la recaudación de los
impuestos a los publicanos (recaudadores de las tasas).
Quien
ofrecía la cantidad más alta obtenía el arriendo del puesto de aduana. En caso
de mayores entradas, la ganancia terminaba en los bolsillos del recaudador,
pero igualmente, si las entradas eran menores, la diferencia debía ser saldada por el publicano.
Este
sistema hacía que, incluso siendo fijadas por las leyes las tarifas de los impuestos,
los recaudadores aplicasen los precios que querían: por esto eran considerados
por la gente como ladrones legalizados.
Odiados
por la población, se creía que, para los publicanos, la salvación era
imposible. De hecho, según la Ley, para obtener el perdón, los recaudadores
deberían restituir lo que habían robado y un quinto de más (Lv 5,20-26).
Dada la
dificultad de restituir e! dinero a todos los que habían sido engañados, los
publicanos eran considerados pecadores por excelencia y eran privados de
derechos civiles y políticos: equiparados a los pastores y a los esclavos, hasta
su testimonio era considerado inválido.
No se
podía recibir limosna proveniente de sus fondos y, para sustraerse a su avidez,
estaba permitido hasta jurar en falso.
Considerados
seres inmundos, su impureza se transmitía a todo lo que tocaban: desde el
bastón con el que controlaban la mercancía, a la casa en la que habitaban o a
la que entraban En el evangelio de Mateo los publicanos van siempre asociados a las categorías
de personas consideradas impuras como los pecadores, los paganos y las prostitutas.
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