8/01/2013

EL BANQUETE DE LOS PECADORES (Mt 9,9-17). Mateo.



Jesús es presentado por todos los evangelistas como “el que os va a bautizar con Espíritu santo” (Mt 3,11; Mc 1,8; Lc 3,16; Jn 1,33), porque toda su actividad consistirá en sumergir (“bautizar”) al hombre en el amor vivificante del Padre. 

A cualquier persona que encuentra, Jesús le transmite una nueva energía vital, el Espíritu, la misma fuerza del Dios viviente, que hace al hombre capaz de liberarse del pecado. 

Es el caso de la llamada de Mateo, ambientada por el evangelista en la ciudad de Cafarnaún, donde Jesús habitaba después de haber dejado Nazaret. 

En Cafarnaún, importante puesto fronterizo en la ruta que unía Galilea con Damasco, existían las barreras aduanales para el pago del impuesto. 

En esta región, el tetrarca Herodes Antipas había arrendado la recaudación de los impuestos a los publicanos (recaudadores de las tasas). 

Quien ofrecía la cantidad más alta obtenía el arriendo del puesto de aduana. En caso de mayores entradas, la ganancia terminaba en los bolsillos del recaudador, pero igualmente, si las entradas eran menores, la diferencia debía ser saldada por el publicano. 

Este sistema hacía que, incluso siendo fijadas por las leyes las tarifas de los impuestos, los recaudadores aplicasen los precios que querían: por esto eran considerados por la gente como ladrones legalizados. 

Odiados por la población, se creía que, para los publicanos, la salvación era imposible. De hecho, según la Ley, para obtener el perdón, los recaudadores deberían restituir lo que habían robado y un quinto de más (Lv 5,20-26). 

Dada la dificultad de restituir e! dinero a todos los que habían sido engañados, los publicanos eran considerados pecadores por excelencia y eran privados de derechos civiles y políticos: equiparados a los pastores y a los esclavos, hasta su testimonio era considerado inválido. 

No se podía recibir limosna proveniente de sus fondos y, para sustraerse a su avidez, estaba permitido hasta jurar en falso. 

Considerados seres inmundos, su impureza se transmitía a todo lo que tocaban: desde el bastón con el que controlaban la mercancía, a la casa en la que habitaban o a la que entraban En el evangelio de Mateo los publicanos van siempre asociados a las categorías de personas consideradas impuras como los pecadores, los paganos y las prostitutas.

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