8/12/2013

LA PARÁBOLA DE LOS SEIS HERMANOS. (Lc 16,19-31). El rico perverso.



Entre los evangelista es Lucas quien destaca sobre los demás por su toma radical de posición contra la acumulación de los bienes. 

Sólo en el evangelio de Lucas se encuentra la advertencia de Jesús "¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo” (Lc 6,24) y la amonestación dramática dirigida por Dios al hombre que confía en la riqueza acumulada: -¡Insensato, esta misma noche te van a reclamar la vida! Lo que tienes preparado, ¿para quién va a ser? (Lc 12,20). 

Cuatro veces en los evangelios a parece el término “mammón”, de las que tres, en el evangelio de Lucas (Lc 16,9.11.13; Mt 6,24). 

Con “mammón” no se indica sólo el dinero, sino la totalidad del patrimonio de una persona. Mientras los rabinos distinguían entre “mammón” honesto y deshonesto, para Lucas éste siempre es injusto. 

Los efectos devastadores del culto a “mammón” se ilustran en la parábola de los seis hermanos, que se encuentra solamente en el evangelio de Lucas.

El episodio es normalmente conocido en Italia como el de “El rico epulón o perverso y el pobre Lázaro”, título tendencioso que parece sugerir que los ricos sean todos buenos, mientras que el protagonista de este relato sería, excepcionalmente, malvado. 

En el texto, sin embargo, no se señala ninguna presunta maldad del rico. 

Éste no es condenado por Jesús, porque maltrate o desprecie al pobre, sino porque lo ignora. 

El rico vive en un mundo donde los pobres son invisibles en cuanto que están excluidos de él y, por esto, no sabe de la existencia de un mendigo «que estaba echado en el portal, cubierto de llagas" (Lc 16,20). 

Entre los dos personajes no hay ninguna clase de contacto. Mientras uno banquetea, el otro habría querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico" (Lc 16,21). 

El rico viste tejidos preciosos, mientras que Lázaro está cubierto solamente de llagas. 

El contexto de la parábola es el de una polémica entre Jesús y los fariseos: «Oyeron todo esto los fariseos, que son amigos del dinero, y se burlaban de él" (Lc 16,14). 

El escarnio de los fariseos está motivado por el hecho de que Jesús acababa de decir a sus discípulos: «No podéis servir a Dios y al dinero" (Lc 16,13). 

Para Jesús hay que elegir: o se pone la propia confianza en Dios o en la riqueza. 

Los fariseos se burlan, porque, de siempre, religión y dinero han ido de la mano y una ha tenido necesidad del otro. 

La morada de Dios sobre la tierra, el templo de Jerusalén, era también la mayor banca y la más segura de la época. Escribe Flavio Josefa que, cuando los romanos conquistaron Jerusalén y depredaron el tesoro del templo, «los soldados cogieron tanto de aquel botín que, en toda Siria, bajó el oro a la mitad de su valor" (Guerra 6, 6, 1).

Los fariseos son un ejemplo de la posible compatibilidad entre Dios y dinero. 

Toda su piedad, sus devociones, su maniática meticulosidad en la observación de las más pequeñas prescripciones de la Ley no le impedían, entre salmo y salmo, pensar cómo engordar la cuentas de casa.
Y es precisamente a los fariseos a los que Jesús dirige esta parábola, como comentario de su sentencia sobre ellos: 

-Vosotros sois los que os las dais de intachables ante la gente, pero Dios os conoce por dentro, y ese encumbrarse entre los hombres le repugna a Dios" (Lc 16,15).

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