Entre
los evangelista es Lucas quien destaca sobre los demás por su toma radical de
posición contra la acumulación de los bienes.
Sólo en
el evangelio de Lucas se encuentra la advertencia de Jesús "¡Ay de
vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo” (Lc 6,24) y la
amonestación dramática dirigida por Dios al hombre que confía en la riqueza
acumulada: -¡Insensato, esta misma noche te van a reclamar la vida! Lo que
tienes preparado, ¿para quién va a ser? (Lc 12,20).
Cuatro
veces en los evangelios a parece el término “mammón”, de las que tres, en el
evangelio de Lucas (Lc 16,9.11.13; Mt 6,24).
Con “mammón”
no se indica sólo el dinero, sino la totalidad del patrimonio de una persona. Mientras
los rabinos distinguían entre “mammón” honesto y deshonesto, para Lucas éste
siempre es injusto.
Los
efectos devastadores del culto a “mammón” se ilustran en la parábola de los
seis hermanos, que se encuentra solamente en el evangelio de Lucas.
El
episodio es normalmente conocido en Italia como el de “El rico epulón o
perverso y el pobre Lázaro”, título tendencioso que parece sugerir que los ricos
sean todos buenos, mientras que el protagonista de este relato sería, excepcionalmente,
malvado.
En el texto,
sin embargo, no se señala ninguna presunta maldad del rico.
Éste no
es condenado por Jesús, porque maltrate o desprecie al pobre, sino porque lo ignora.
El rico
vive en un mundo donde los pobres son invisibles en cuanto que están excluidos de
él y, por esto, no sabe de la existencia de un mendigo «que estaba echado en el
portal, cubierto de llagas" (Lc 16,20).
Entre
los dos personajes no hay ninguna clase de contacto. Mientras uno banquetea, el
otro habría querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico"
(Lc 16,21).
El rico
viste tejidos preciosos, mientras que Lázaro está cubierto solamente de llagas.
El contexto
de la parábola es el de una polémica entre Jesús y los fariseos: «Oyeron todo
esto los fariseos, que son amigos del dinero, y se burlaban de él" (Lc
16,14).
El escarnio
de los fariseos está motivado por el hecho de que Jesús acababa de decir a sus discípulos:
«No podéis servir a Dios y al dinero" (Lc 16,13).
Para Jesús
hay que elegir: o se pone la propia confianza en Dios o en la riqueza.
Los fariseos
se burlan, porque, de siempre, religión y dinero han ido de la mano y una ha tenido
necesidad del otro.
La morada
de Dios sobre la tierra, el templo de Jerusalén, era también la mayor banca y la
más segura de la época. Escribe Flavio Josefa que, cuando los romanos conquistaron
Jerusalén y depredaron el tesoro del templo, «los soldados cogieron tanto de
aquel botín que, en toda Siria, bajó el oro a la mitad de su valor" (Guerra
6, 6, 1).
Los
fariseos son un ejemplo de la posible compatibilidad entre Dios y dinero.
Toda su
piedad, sus devociones, su maniática meticulosidad en la observación de las más
pequeñas prescripciones de la Ley no le impedían, entre salmo y salmo, pensar cómo
engordar la cuentas de casa.
Y es
precisamente a los fariseos a los que Jesús dirige esta parábola, como
comentario de su sentencia sobre ellos:
-Vosotros sois los que os las dais de intachables ante la gente, pero Dios os conoce por dentro, y ese encumbrarse entre los hombres le repugna a Dios" (Lc 16,15).
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