Por “resurrección“
se entiende el paso definitivo de una vida mortal a otra indestructible (eterna)
con la transformación del “cuerpo animal” en “cuerpo espiritual” (1 Cor 15,44).
En los
evangelios se narran tres resurrecciones obradas por Jesús. De éstas, dos son de
personajes anónimos como el hijo de la viuda de Naín, episodio contenido solamente
en el evangelio de Lucas (Lc 7,11-17). Y la hija del jefe de la sinagoga (Mt 9,18-26;
Mc 5,21-43; Lc 8,40-56).
El único
resucitado que lleva nombre es Lázaro, cuya resurrección es contada en el evangelio
de Juan (Jn 11,1-45).
A estas
resurrecciones individuales se añade una embarazosa resurrección colectiva narrada
sólo en el evangelio de Mateo, que refiere que, apenas murió Jesús, “la tierra
tembló, las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos
que habían muerto resucitaron; después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la ciudad santa y
se aparecieron a muchos » (Mt 27,51-53).
Es evidente
que esta extraña descripción de muertos que resucitan en el momento en que Jesús
muere y que, antes de salir de la tumba, esperan a que Cristo resucite, no se
considera un hecho histórico, sino una verdad de fe.
La resurrección
de “muchos cuerpos de santos» es una imagen literaria con la que el evangelista
indica que los efectos de la victoria de Cristo sobre la muerte se extienden también
a cuantos murieron antes que él, porque “también se dio la buena noticia a los que
han muerto » (1 Pe 4,6; 1 Cor 15,20).
Dado que
los individuos “resucitados » por Jesús han vuelto a morir después, la única verdadera
resurrección es, por tanto, la de Cristo, el único que «resucitado de los muertos
ya no muere más .. (Rom 6,9). Las otras resurrecciones narradas en los evangelios
se consideran más enseñanzas relativas a la fe que episodios pertenecientes a la
historia (de no ser así no podrían ser consideradas “resurrecciones “ , sino “reanimaciones» de cadáveres).
Son los
evangelistas quienes, a través de una serie de recursos literarios, dirigen al
lector hacia una interpretación teológica y no histórica de cuanto es narrado
por ellos.
Es el
caso de Lázaro, cuya resurrección es ambientada en Betania, la aldea a las puertas
de Jerusalén donde éste habitaba con sus dos hermanas, María y Marta.
Lázaro
y sus hermanas son presentados como los que “Jesús amaba » , característica que
distingue la relación del Señor con sus discípulos. En el drama que golpea a este
núcleo familiar el evangelista representa la situación de una comunidad de discípulos que
se encuentra de cara al trágico impacto de la muerte.
Toda la
narración de la resurrección de Lázaro tiende a mostrar cuáles son -en los que han
dado su adhesión a Jesús- los efectos
de una vida capaz de vencer la muerte.
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