9/10/2013

EL AMIGO DEL CÉSAR (Jn 18,28-40; 19,1-16). El Señor de los Judíos.

                     Desconcertado por este "rey de los judíos", que no muestra ninguna señal de realeza y por este "Hijo de Dios" sin ninguna apariencia de divinidad, Pilato hace un último intento por liberar a Jesús.

                     Pero las autoridades judías, que conocen bien la ambición del prefecto, juegan su última carta, que será la decisiva.

                     Vista la ineficacia tanto de las acusaciones políticas como de las religiosas, apuntan ahora a la carrera del prefecto: "Si sueltas a ése, no eres amigo del César", Jn 19,12).

                    La amenaza de los jefes es clara: Si Pilato libera a Jesús, será destituido.

                    Poncio Pilato sabe que Tiberio, hombre receloso, particularmente sospechoso hacia los crímenes de lesa majestad, no se pensaba dos veces el eliminar a quien le faltase el respeto debido.

                    Pilato está entre las cuerdas.

                    Debe elegir entre sacrificar su propia carrera o la vida de un inocente.

                    Liberar a Jesús llevaría consigo poner fin  a sus ambiciones.

                    Y Pilato, frustrado prefecto romano en aquel miserable puesto que era la Judea, cede frente al futuro de su carrera.

                     Pero, en un último tímido intento, se vuelve a los sumos sacerdotes y les pregunta: "¿A vuestro rey voy a crucificar?" (Jn 19,15).

                      La respuesta de los representantes de Dios es dramática y es el signo de la apostasía total: "No tenemos más rey que el César" (Jn 19,15).

                      Si Pilato traiciona a un hombre inocente, más grave es el crimen de los sumos sacerdotes que traicionan a su Señor.

                      Prefieren ser dominados por los romanos, y mantener sus propios privilegios antes que ser liberados del "rey de los judíos" y perder su prestigio.

                      Es la negociación definitiva de Dios como único rey de su pueblo y la aceptación incondicionada de la dominación pagana. Los sumos sacerdotes, que han rechazado reconocer en Jesús al Señor, serán obligados a volverse a Pilato como a su "Señor" (Mt 27,63).

                     Al término de un proceso, donde emerge que la verdadera persona libre es el prisionero, mientras que el juez es esclavo de sus propios miedos y ambiciones, Poncio Pilato entrega a Jesús a los soldados para que sea crucificado.

                     Como Judas había entregado a Jesús a los sumos sacerdotes, y éstos a Pilato, éste lo deja en poder de sus verdugos.

                    Lo que tienen en común Judas, los sumos sacerdotes y Pilato es que sacrifican al hombre cuando ven en peligro su interés y su carrera.

                    No habiendo prestado oído a la "verdad" de Jesús, se ven obligados a cumplir el deseo de su padre, el "padre de la mentira", que "ha sido homicida desde el principio y nunca ha estado en la verdad" (Jn 8,44).

                    Y Jesús es asesinado.

                    Su pueblo "ha renegado del Santo, del Justo, y pedido que indultaran a un asesino" (Hch 3,14).

                    Poco después, Poncio Pilato será denunciado a Vitelio, el legado romano en Siria, por haber llevado a cabo otra matanza de samaritanos.

                    Tomados por rebeldes cuando se habían reunido en el monte Garizín en busca de tesoros que creían se encontraban sepultados por Moisés, Pilato los atacó y "en una breve refriega, mató a unos,  a otros los puso en fuga. A muchos los tomó como esclavos; entre éstos, Pilato mató a los jefes más acreditados y a los que habían sido los más influyentes de los fugitivos" (Antigüedades 18,87). 

                    Fue la clásica gota que hizo colmar el vaso. Vitelio lo destituyó de su cargo y lo mandó a Roma a dar cuentas de su actuación.
                    Pilato, en cuanto "amigo del César", confiaba probablemente una vez más en la benevolencia del emperador. Pero justamente durante el viaje hacia Italia, murió Tiberio. Seano, el gran protector de Pilato, había sido ya destituido de su cargo y asesinado por el emperador, y Poncio Pilato no encontró santo alguno al que encomendarse.

                    De él se pierden las trazas históricas y comienzan las legendarias.

                   Según algunos, Pilato "fue golpeado por tantas desventuras bajo Calígula, que fue obligado a suicidarse, a convertirse en su propio verdugo" (Historia Eclesiástica 2,7), y su cadáver fue repelido por la tierra. La Iglesia copta pensó rehabilitarlo y venerarlo como un santo mártir (el 25 de Junio).

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