Los recaudadores,
que acudían a Juan para hacerse bautizar con la finalidad de obtener el perdón
de los pecados, se esperaban que el Bautista les impondría cambiar de oficio.
Por esto preguntaron: -Maestro, ¿qué tenemos que hacer? (Lc 3,12). Pero Juan respondió: “No exijáis más de lo que tenéis establecido”.
La
respuesta de Juan el Bautista es desconcertante, dado que el severo profeta
acometía con palabras de fuego a las muchedumbres que acudían a él (“¡Camada de
víboras! ¿Quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?», Lc 3,7), y las amenazaba con
terribles imágenes (“todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado al fuego»,
Lc 3,9).
Juan
mantiene que, también pecadores, como eran considerados los recaudadores, pueden
recibir el perdón de sus culpas, incluso continuando en el ejercicio de una actividad
considerada pecaminosa.
Esta
inaudita "buena noticia» (Lc 3,18), anunciada por el Bautista al pueblo,
será confirmada por Jesús, que enseñará que la comunión con Dios no depende de los
méritos del hombre, sino de la acogida del amor de Aquél que es "bondadoso
con los desagradecidos y malvados» (Lc 6,35).
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